El productor de Aapresid, Pablo López Anido, incursiona en alternativas de diversificación que le permitan salir de los modelos productivos y cultivos que predominan en la zona de Bandera.
Su foco está puesto en producciones que aporten altos volúmenes de biomasa para uso energético, captura de carbono y mejora de la salud de los suelos.
Plantaciones de Eucalyptus
Cuando pensó en producción forestal Pablo apuntó a la generación de bioenergía a través de chips o pellet, optando por los eucalyptus, que por su potencial de brindar energía constante y su rápido o crecimiento, es una de las especies preferidas al igual que los sauces y álamos. “En dos años, estos árboles alcanzan alturas notables, de 4 a 5 metros”. Por otro lado, sus raíces superan ampliamente los 2 metros de profundidad, cualidad destacada en una zona de napas, donde cumplen una función reguladora de los niveles freáticos, sobre todo en época de lluvias donde son comunes los anegamientos.
La adquisición de los ejemplares y el asesoramiento para el manejo vino de la mano de especialistas de INTA Castelar. “Estamos evaluando dos clones del híbrido E. grandis x E. camaldulensis desarrollados por el INTA Concordia. El primero con mejor aptitud para bioenergía, y el segundo como multipropósito (energía y madera de calidad) lo que ofrece mayor versatilidad al productor“, explica la Ing. Forestal Ana Maria Lupi del INTA.
“A lo largo de un año evaluamos cómo se adaptan los clones a la zona, testeando su implantación a distintas densidades y su comportamiento general. Hasta el momento observamos un buen comportamiento sanitario y niveles de crecimiento comparables a la región mesopotámica central, lo cual es prometedor. También se identificó el genotipo más sensible a vuelco o heladas”, agrega la especialista.
En lo que refiere al uso para bioenergía, la producción en general comienza a edades tempranas según como se planifique la plantación. “Aunque actualmente no es rentable en comparación con otras fuentes de energía, creo que es importante estar preparado ante la muy posible evolución de la realidad energética, que podría hacer de ésta una opción viable a futuro”, afirma López Anido.
En cuanto al agregado de valor y generación de empleo, Lupi agrega que “las producciones forestales son una buena alternativa cuando se destinan a la industria del aserrado – con usos como la carpintería rural y la construcción -, generando a su vez más empleo para atender las actividades en el ciclo de cultivo”.
El productor también incursiona en algarrobo, una especie multipropósito de valor comercial en el mercado maderero. “Proveen una madera maciza que también puede ser empleada como fuente de leña y carbón, frutos aptos para el consumo humano y animal, en tanto que sus flores aportan néctar y polen para la apicultura. Uno de los puntos más destacables es que se adapta a ambientes marginales o degradados (salinizados), siendo ideales para planteos silvopastoriles”, agrega Lupi.
Caña de azúcar
En cuanto al cultivo de caña de azúcar, la atención se centra en la producción de bioenergía a través del silaje húmedo. “Elegimos este cultivo por su condición de especie C4, su perennidad y su notable mejora genética”, advierte.
A pesar de las altas posibilidades de éxito de esta producción, Lopez Anido advierte sobre la falta de infraestructura en la zona que impide explotar plenamente esta oportunidad y maximizar el potencial de la caña de azúcar como fuente de bioenergía. “Es notoria la diferencia con regiones como Tucumán, donde el cultivo está más difundido y existe un gran potencial de desarrollo local. De hecho, el germoplasma provino del Dir. de EEA INTA Famailla Roberto Alfredo Sopena el equipo de Arturo Felipe”.
Infraestructura y conocimiento: los desafíos para diversificar en la zona
El productor advierte que para ambas producciones, la zona carece de información y existe una fuerte necesidad de recursos, tanto económicos como de investigación.
Es importante generar información a nivel local para potenciar estas y otras alternativas productivas, no solo para salir de los modelos extensivos dominantes, que cuentan con pocas opciones de diversificación, aporte de carbono y agregado de valor sino también para estar mejor preparados ante escenarios futuros.
El mantenimiento de los bosques y la introducción de árboles contribuyen sustancialmente a la funcionalidad de los paisajes, generando beneficios económicos, sociales y ambientales.
“Los sistemas productivos evolucionaron hacia una mayor complejidad y es necesario apostar a empresas y planteos resilientes, capaces de adaptarse a climas y contextos cambiantes y que generen desarrollo y trabajo en cada región”, comenta.
Pablo es miembro de la Chacra Bandera de Aapresid, un proyecto que lleva más de 10 años y reúne a productores, especialistas y empresas de la zona que buscan mejorar la capacidad productiva de las empresas a través de estrategias de intensificación, diversificación y nutrición adaptadas a cada ambiente