Restan apenas diez días para que Estados Unidos inaugure oficialmente la campaña 2025/26 de soja, y el mercado enfrenta una situación sin precedentes: China no cerró aún contratos de compra con exportadores norteamericanos. El dato sacudió a los farmers, a la Asociación Americana de Soja (ASA) y a la Casa Blanca, ya que el gigante asiático suele representar más de la mitad de los embarques estadounidenses.
Tradicionalmente, a esta altura del calendario, Pekín ya tenía asegurado un porcentaje considerable del programa exportador. Excluyendo los años de la primera guerra comercial, las compras anticipadas superaban el 21% de las exportaciones previstas hacia China. Hoy, en cambio, no aparece ni una sola tonelada comprometida, un golpe que refleja un reacomodamiento geopolítico y comercial de largo plazo.
Mientras tanto, Brasil y Argentina se convierten en protagonistas indiscutidos. Según datos oficiales, solo en julio Brasil embarcó 9,6 millones de toneladas hacia China, un 40% más que el promedio de los últimos cinco años. En el acumulado de 2025, el país vecino ya despachó 58 millones de toneladas, diez más que el promedio histórico reciente. Argentina también muestra un ritmo récord de ventas externas en lo que va de la campaña, con un flujo que supera a las últimas cinco cosechas.
La estrategia china parece clara: reducir la dependencia de la soja estadounidense y garantizarse provisiones desde Sudamérica, donde los precios resultan más atractivos y las relaciones diplomáticas ofrecen un contexto más previsible que el complejo vínculo con Washington.
Tensión política y presión sobre trump
El giro comercial encendió las alarmas en el lobby sojero de Estados Unidos. Esta semana, la ASA envió una carta al presidente Donald Trump pidiéndole que priorice la negociación de la soja en las conversaciones bilaterales con China. En el documento advierten que la situación financiera de los productores es alarmante y que sin su principal comprador difícilmente puedan sobrevivir.
El reclamo es concreto: eliminar de manera inmediata los aranceles que encarecen la soja estadounidense en el mercado asiático. Actualmente, los porotos de EE.UU. pagan un arancel 20 puntos porcentuales superior al del resto de los orígenes, lo que pulveriza cualquier competitividad. Aun cuando el FOB norteamericano aparece “regalado” frente a otros países, la carga impositiva hace inviable la colocación.
Este escenario golpea de lleno a los farmers del Medio Oeste, que esperaban una revancha tras campañas con rindes favorables. La ausencia de contratos anticipados no solo resta ingresos futuros, sino que genera incertidumbre sobre la capacidad de colocar excedentes en un mercado que ya comienza a mostrar señales de saturación por la oferta sudamericana.
Argentina aprovecha la ventana y se consolida
En el plano local, el reacomodamiento global se tradujo en una suba del precio de la soja hasta los 295 dólares por tonelada, el nivel más alto del año. La demanda china empuja la pizarra, con un line-up que ya embarcó un millón de toneladas en agosto, de las cuales 750.000 tuvieron como destino directo a Pekín.
El ritmo de contratos diarios se mantiene en torno a 150.000 toneladas y hacia fin de mes se prevé otro millón de toneladas programadas con destino exclusivo a China. Esta dinámica se combina con la flexibilización cambiaria de abril y el repunte de los precios internacionales, generando un escenario positivo para los exportadores argentinos.
El diferencial también se refleja en el ánimo del mercado. En plena etapa de carry, la fluidez de negocios muestra que los compradores buscan asegurar mercadería a corto plazo, consolidando un valor que supera incluso los niveles de 2024. Argentina, con menos volúmenes que Brasil, aprovecha la oportunidad para posicionarse estratégicamente como un proveedor confiable y con disponibilidad inmediata.
Trigo: producción alta pero mínima cobertura de precios
El trigo argentino enfrenta otra realidad. Con 6,9 millones de hectáreas sembradas y condiciones de perfiles favorables tras las intensas lluvias, la producción proyectada se ubica en un piso de 20 millones de toneladas para la campaña 2025/26. Sin embargo, la cobertura en precios es alarmantemente baja: apenas un 5% del volumen esperado tiene valor fijado, la cifra más baja en casi una década.
En términos absolutos, solo 2,2 millones de toneladas fueron comprometidas y el 77% de ellas están “a fijar”. Esta exposición al riesgo preocupa a los analistas, especialmente porque el futuro diciembre 2025 cayó a 192 dólares por tonelada, contra los 203 dólares que promediaba en julio.
La dinámica internacional también presiona. Mientras los embarques más cercanos muestran competitividad del trigo argentino en FOB, las proyecciones de cosecha abundante a nivel local y global empujaron los precios a la baja para fin de año. El FOB desde el Up-River ajustó de 234 dólares en junio a 222 esta semana, acompañando la tendencia mundial.
Maíz: la safrinha brasileña cambia el pulso
El maíz, por su parte, atraviesa una desaceleración notoria. Luego de un inicio de agosto con fuerte tensión logística, los embarques se redujeron y el mes cerraría con apenas 2,1 millones de toneladas exportadas, la mitad de lo previsto y un 30% menos que en 2024.
La entrada masiva de la safrinha brasileña explica gran parte del fenómeno. Con 89% del área ya cosechada y Mato Grosso prácticamente finalizado, Brasil se posiciona como el principal oferente mundial. Las proyecciones de exportación subieron a 40 millones de toneladas, seis más que las estimadas originalmente, lo que aumenta la competencia directa con el maíz argentino.
En el mercado doméstico, la pizarra se sostiene en torno a 176 dólares por tonelada, presionada por granos con problemas de humedad y una demanda externa más débil. En este contexto, la comercialización está atrasada: de los 25 millones de toneladas comprometidas, todavía quedan cerca de 22 millones sin contrato, lo que equivale a 15 puntos porcentuales por debajo del promedio histórico.
Un tablero en movimiento
La coyuntura actual muestra un tablero global de granos en plena reconfiguración. China decide con su billetera y redibuja flujos comerciales que parecían consolidados desde hace décadas. Brasil emerge como proveedor dominante, Argentina aprovecha la ventana y Estados Unidos queda al margen de un negocio que históricamente lo tuvo como protagonista.
Para el agro argentino, el escenario abre oportunidades y desafíos. La soja se beneficia de la pulseada entre potencias, el trigo exige mayor cobertura frente a precios bajistas y el maíz sufre la presión brasileña. En todos los casos, la clave será anticiparse, asegurar contratos y leer con atención los movimientos de un mercado cada vez más sensible a la política internacional.












