Una red de ensayos de Bunge y GDM mostró que la nutrición balanceada en soja potencia la genética moderna y mejora rendimientos incluso en ambientes de alto potencial.

a nutrición balanceada en soja volvió a instalarse en el centro de las conversaciones técnicas después de que una red de ensayos de Bunge y GDM mostrara resultados que sorprendieron incluso a quienes recorren lotes todos los días. Ambas compañías evaluaron ambientes de la Región Pampeana y el NOA y comprobaron que la genética moderna responde con fuerza cuando recibe un esquema más completo que el manejo habitual basado solo en fósforo. Los datos confirmaron incrementos que llegaron a 900 kg/ha, aun en lotes que ya figuraban entre los de mayor potencial del país.

La campaña 2024/25 dejó claro que esos ambientes con buen historial todavía tienen margen para crecer y que la nutrición adecuada marca una diferencia concreta. Los investigadores buscaron entender si la combinación entre cultivares de última generación y un esquema más equilibrado podía empujar los techos de rendimiento, y lo hicieron seleccionando lotes conocidos por su estabilidad y productividad histórica. Esa decisión permitió evaluar la respuesta real de cada tratamiento sin interferencias del ambiente.

Los técnicos compararon tres propuestas de manejo. Primero, el planteo habitual del productor con fosfato monoamónico; luego, un modelo que incorporó azufre y zinc manteniendo la dosis de fósforo; y finalmente, un tratamiento integral con 30 kg de P/ha, 15 kg de S/ha y 0,8 kg de Zn/ha, pensado para reponer nutrientes y equilibrar el suelo. Este último esquema generó las mejores respuestas y mostró una consistencia notable entre localidades, algo que entusiasma a los técnicos porque habilita recomendaciones más firmes.

Matías Saks, Coordinador Técnico de Bunge, explicó que la genética moderna exige un nivel superior de nutrición y que los ambientes buenos siguen respondiendo cuando se incluyen nutrientes claves. Saks remarcó que azufre y zinc marcaron diferencias muy claras y que estos elementos sostuvieron respuestas estables, incluso en los lotes más cuidados. Esa dinámica reforzó la idea de que la nutrición balanceada en soja abre una puerta que muchos creían ya cerrada.

Nutrición balanceada en soja y el impacto en los rendimientos de alta productividad  (H2)

Los ensayos mostraron que los incrementos más fuertes se dieron cuando se aplicó el esquema completo de reposición, porque acompañó mejor la demanda fisiológica de los cultivares modernos. Esa respuesta se repitió en casi todos los sitios relevados y dejó claro que los buenos ambientes se potencian cuando reciben una nutrición más precisa. En varias localidades, las diferencias rozaron o superaron los 900 kilos, un salto significativo cuando el techo inicial ya es alto.

Jerónimo Constanzi, gerente de Desarrollo de Producto de GDM, señaló que estos resultados aportan información de mucho valor para el armado de recomendaciones regionales. Constanzi destacó que la genética solo muestra su potencial cuando el manejo acompaña y que la nutrición balanceada en soja juega un rol decisivo en ese proceso. La interacción entre ambiente, genética y nutrición se convirtió en el eje central de esta red, y los datos de dos campañas consecutivas permiten armar un mapa más claro.

La idea de que los mejores lotes no responden a la fertilización quedó atrás después de este trabajo. Los investigadores comprobaron que la genética nueva tiene un ritmo de crecimiento más acelerado y que esos genes necesitan disponibilidad real de nutrientes para sostener el salto de rendimiento. Los productores que ya trabajan con cultivares de última generación encuentran un beneficio rápido cuando ajustan el manejo, sobre todo en lotes que vienen recibiendo rotaciones intensas.

Los especialistas sostienen que el aporte de nutrición balanceada en soja también ayuda a corregir perfiles que muestran señales de agotamiento por la extracción acumulada de los últimos años. La presencia dominante del cultivo en gran parte del país dejó suelos con menos fósforo disponible y con niveles bajos de azufre y zinc, dos nutrientes que el cultivo utiliza de forma más intensa cuando la genética viene mejorada. Esta situación explica por qué las respuestas fueron tan claras en zonas donde se esperaba un rendimiento más estable.

Cómo cambia la planificación del manejo con nutrición balanceada en soja (H2)

La red Bunge–GDM mostró que el productor encuentra una buena relación costo-beneficio cuando incorpora modelos nutricionales más avanzados, porque los kilos adicionales se traducen en liquidez inmediata en un contexto de márgenes ajustados. Los técnicos remarcan que la estabilidad de las respuestas permite planificar estrategias de mediano plazo y ajustar el manejo por región sin asumir un riesgo excesivo. Esa previsibilidad marca una diferencia clave para quienes intentan mantener competitividad.

Los resultados también empujaron una discusión ampliada sobre la reposición de nutrientes y la planificación por rotación, porque ya no alcanza con pensar lote por lote. El impacto que deja la soja en los perfiles obliga a ordenar la fertilización para sostener la productividad a largo plazo y evitar pérdidas de fertilidad difíciles de revertir. La tendencia indica que las próximas campañas incorporarán todo lo aprendido y que más regiones se sumarán a la red.

Los técnicos de Bunge y GDM creen que la interacción entre genética y nutrición marcará la agenda técnica de los próximos años, porque la demanda por mayor eficiencia no da tregua. La presión de los costos y la necesidad de mayor estabilidad obligan a buscar tecnologías capaces de agregar rendimiento sin incrementar demasiado la incertidumbre. La nutrición balanceada en soja aparece como una herramienta concreta, medible y respaldada por datos sólidos.

La campaña siguiente servirá para ajustar detalles, ampliar recomendaciones y sumar nuevas localidades a la red, pero el concepto ya quedó instalado. La combinación entre genética moderna y nutrición equilibrada construye un camino de productividad que no depende solo del clima y que ofrece margen para mejorar año tras año. La evidencia reunida muestra que la rentabilidad futura del cultivo se apoyará en decisiones integradas que incluyan genética, fertilización y manejo del agua.