El invierno en la Pampa Deprimida bonaerense es duro para el ganado porque el forraje escasea. Para enfrentar este problema, los productores promueven el crecimiento de raigrás anual —una gramínea muy nutritiva— reduciendo el crecimiento de otros pastos con glifosato. Esto es efectivo en el corto plazo, pero plantea desafíos en el tiempo por sus efectos negativos en los microorganismos del suelo y en el ecosistema. Un trabajo de la FAUBA resaltó la importancia de comunicar los impactos de la promoción con el herbicida y de favorecer forrajes clave con manejos que integren producción y conservación ambiental.
“Una práctica de manejo frecuente en los pastizales de la Pampa Deprimida es la promoción del raigrás anual. Se hace para aumentar su cobertura y productividad porque ofrece muy buena calidad forrajera en pleno invierno, un momento crítico para la alimentación del ganado”, dijo Magdalena Druille, docente de la cátedra de Forrajicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).
Druille, quien también es investigadora del CONICET en el instituto IFEVA (UBA-CONICET), comentó a Sobre La Tierra que ese aumento de la cobertura se consigue reduciendo la productividad de la vegetación que crece activamente durante el verano para que luego el raigrás se pueda establecer y desarrollar sin competencia.
“Una de las formas de lograr esto es con el herbicida glifosato. Aplicarlo impacta sobre las especies estivales y las invernales que viven todo el año, como la festuca. Esta práctica suele ir acompañada de una fertilización con nitrógeno y fósforo que potencia aun más el crecimiento del raigrás”, explicó.
En su trabajo —publicado en la revista Agronomía & Ambiente en coautoría con Adriana Rodríguez, docente de la misma cátedra— Druille recopiló y analizó datos publicados en la región por varios grupos de investigación acerca de los diversos efectos sobre el pastizal de la promoción de raigrás con glifosato. “Nuestra meta fue integrar toda esa información”, indicó Magdalena.
Un herbicida, múltiples impactos
Según Druille: “los resultados muestran que, efectivamente, la promoción beneficia la germinación y el establecimiento del raigrás anual. Pero al mismo tiempo disminuye tanto la capacidad reproductiva de las especies estivales como la cantidad y la diversidad de sus semillas en el ‘banco’ del suelo”.
En este sentido, la investigadora advirtió que una consecuencia directa de eso es el empobrecimiento del pastizal, cuya diversidad de especies vegetales puede caer hasta un 70%.
Lo inmediato, lo importante y lo invisible
“Hay que estar en los zapatos del productor ganadero, en su ‘día a día’, cuando ve que viene el frío y no hay forraje, sabiendo que los animales no deben perder peso y que está en juego la preñez de las vacas. Es lógico, entonces, que adopte la promoción del raigrás con glifosato por razones productivas y económicas de muy corto plazo”, reconoció Druille.
Y continuó: “Sin embargo, es probable que pierda de vista que aplicar ese herbicida tiene numerosos efectos colaterales a plazos más largos en el pastizal. Por eso, es necesario generar manejos alternativos que consideren a todos los componentes del ecosistema y que permitan superar la disyuntiva entre producir o conservar el ambiente”.
“No se puede cuidar lo que se desconoce”, afirmó la investigadora, y añadió que, en general, se ignora que en los suelos de la Pampa Deprimida hay microorganismos benéficos que sostienen su funcionamiento y su productividad, y que el glifosato puede dañarlos.
“Lamentablemente, esos microorganismos no tienen ‘prensa’. Perder hongos micorrícicos, rizobios y otras bacterias fijadoras de nitrógeno podría hacer fracasar cualquier iniciativa para volver a incorporar las forrajeras que van desapareciendo. Dejar de usar glifosato y agregar semillas no garantiza que estos pastizales se puedan restaurar”, subrayó.
El ecosistema a recuperar
Druille puntualizó que junto con Marina Omacini, docente de Ecología en la FAUBA, e Iván Insúa, becario doctoral, se enfocarán en la restauración de los pastizales de la Pampa Deprimida. “Hoy, muchos están degradados y las perspectivas indican que la intensificación va a ser cada vez mayor porque la población aumenta y la demanda de carne por cabeza también. Necesitamos recuperar la condición de esos ecosistemas”.
Para finalizar, Magdalena completó: “Si los microorganismos benéficos del suelo desaparecieron, la tarea será reincorporarlos. Por eso, el camino a seguir es evaluar cómo la inoculación con hongos micorrícicos más la incorporación de semillas de especies vegetales deseables pueden ir recobrando esa comunidad vegetal. Por ahí queremos avanzar”.