La ganadería argentina atraviesa una larga meseta productiva. La baja de retenciones sobre las exportaciones fue celebrada en distintos ámbitos del agro, pero para referentes técnicos y económicos del sector, el impacto será mínimo si no se modifican las condiciones estructurales. Esa fue una de las conclusiones más resonantes del 12° Congreso Ganadero de Rosario, organizado por la Sociedad Rural local, donde se convocaron técnicos, productores y autoridades durante dos jornadas clave en la Bolsa de Comercio de Rosario.
Con el lema “Desafío 2030: más kilos de carne para 2025”, el evento buscó interpelar al propio sector ganadero con una propuesta concreta: revisar los límites que impiden que el sistema de producción bovina logre dar un salto de escala, productividad y competitividad. El congreso ofreció un diagnóstico crudo: la ganadería argentina produce lo mismo que hace 20 años, pese a tener acceso a mejores tecnologías, genética más avanzada y mejores precios relativos en los mercados internacionales.
Brecha productiva y estancamiento: lo que no cambia con la baja de retenciones
Uno de los disertantes más esperados del evento fue el consultor y docente Juan Elizalde, quien abrió su presentación con una aclaración que marcó el tono de su exposición: “No estoy en contra de la baja de retenciones”. Sin embargo, enseguida planteó que la incidencia de esta medida será “muy marginal” si no hay transformaciones profundas en el interior de los establecimientos ganaderos.
“Desde el año 2001 hasta hoy, los niveles de producción por hectárea no se han modificado. En promedio, los productores obtienen 103 kilos de carne por hectárea por año. Y aunque grupos como CREA o Cambio Rural llegan a 165 kilos, esa mejora no alcanza para mover la media nacional”, explicó Elizalde.

La brecha entre ambos universos llega al 70 %, una distancia productiva que, según el experto, no responde únicamente a factores económicos, sino a una falta de desafío cultural y técnico. “Muchos productores sienten que con pasar del 60 al 70 % de destete ya están bien. No se proponen metas más ambiciosas. Están cómodos con su modelo”, advirtió.
Esta falta de desafío, según Elizalde, también se traduce en el bajo dinamismo de las economías rurales: “Vas a pueblos ganaderos y no hay restaurantes ni cines. Si el nivel de gasto es bajo, nadie invierte. Eso no se cambia con retenciones, sino con producción real”.
La mirada técnica: eficiencia, datos y genética para salir del letargo
Durante las distintas conferencias del Congreso, se repitió la idea de que la ganadería argentina no tiene un problema de oportunidades, sino de adopción tecnológica y gestión. Sebastián Riffel, asesor técnico de sistemas mixtos, fue directo: “La ganadería está fuerte, pero ya no perdona errores. No hay margen para equivocarse”.
Riffel planteó que los campos ganaderos deben mejorar su eficiencia interna, utilizando recursos como presupuestos forrajeros, balance nutricional y análisis de índices reproductivos. “No alcanza con tener buenos precios. Hoy el negocio depende de decisiones técnicas tomadas con precisión”, señaló.
En la misma línea se expresó Santiago Debernardi, referente de Select Debernardi, quien presentó un enfoque basado en genética, selección y manejo del rodeo inteligente. “Los datos están, las tecnologías existen. El salto se logra cuando el productor se compromete a usarlos todos los días”, aseguró.
Además, el congreso incorporó una fuerte dimensión ambiental. Rodolfo Bongiovanni, del INTA Manfredi, demostró que es posible reducir la huella de carbono sin resignar productividad, mediante estrategias de manejo del pastizal, suplementación controlada y uso eficiente del agua. “La sostenibilidad es compatible con la intensificación, pero exige profesionalismo”, sintetizó.
Sin inversión pública y sin infraestructura, el potencial no alcanza
El acto de apertura del Congreso estuvo encabezado por Soledad Aramendi, presidenta de la Sociedad Rural de Rosario, quien apuntó contra las restricciones estructurales que enfrentan los productores. “La ganadería necesita un entorno previsible, con infraestructura, conectividad y acceso al financiamiento. No se trata solo de precios o retenciones, sino de reglas claras para crecer”, remarcó.
Aramendi insistió en la necesidad de una mirada federal sobre el desarrollo rural, ya que muchas de las zonas ganaderas están lejos de los centros urbanos y enfrentan limitaciones logísticas graves. “Sin caminos, sin energía, sin conectividad, es muy difícil adoptar las tecnologías que estamos discutiendo en este congreso”, advirtió.
En este punto, el Congreso dejó una sensación común: la baja de retenciones es apenas una parte de la solución. Sin inversión en rutas, educación rural, conectividad y energía, el crecimiento de la ganadería quedará limitado a unos pocos nichos altamente tecnificados.
Hacia 2030: cómo romper la meseta ganadera
El gran interrogante que dejó el Congreso fue cómo salir de la meseta productiva que mantiene a la ganadería argentina con rendimientos similares a los de hace dos décadas. Para los especialistas, la respuesta no es única, pero sí está clara: el cambio debe comenzar dentro del campo.
“Los productores que lideran en producción son los que se animaron a cambiar. No esperaron que bajen las retenciones o que haya subsidios. Usaron mejor los recursos, hicieron diagnósticos técnicos y midieron su progreso”, explicó Riffel.
Elizalde cerró su participación con una frase provocadora: “Todo el mundo cree que cuando se terminen las retenciones todo va a cambiar. Pero no va a pasar nada si no cambiamos nosotros. La ganadería no va a crecer por decreto”.
La mirada hacia 2030 que propuso el Congreso implica romper con viejos hábitos, desafiar la zona de confort y asumir que el crecimiento real se logra con decisiones difíciles y sistemáticas: desde cambiar un toro hasta incorporar registros productivos y capacitar al personal.