Entre excesos hídricos y un nuevo modelo de decisiones, los productores ajustan sus estrategias y redefinen la forma de comprar semillas en una campaña que aún tiene mucho por delante.
El 35% del área nacional de maíz ya está sembrada. El ritmo de avance es sólido en el norte de la región núcleo y en el centro-norte de Córdoba, pero los excesos hídricos aún impiden ingresar a los lotes en buena parte del centro bonaerense. Allí, la siembra se define “sobre la hora” y la incertidumbre domina las decisiones.
Santiago Felizia, gerente Nacional de Ventas de Supra Semillas, analizó en diálogo con Palabra de Campo cómo evolucionan las estrategias de los productores frente a un escenario que combina buena humedad, caminos anegados y una macroeconomía en transición.
“Las condiciones en general son muy buenas y el arranque del maíz es muy positivo, con buenas implantaciones y perspectivas alentadoras”, sostuvo. “Pero hay zonas, como Carlos Casares, Bolívar y 9 de Julio, que todavía están muy complicadas. A veces el lote se libera, pero no se puede entrar o vuelve a llover. Por eso la decisión se retrasa con sentido”.
En esas zonas, el reloj corre. Todavía hay margen para hacer soja, pero si el clima no acompaña, muchos lotes pasarán a maíz tardío. “El productor está evaluando día a día qué hacer con cada campo. La siembra se definirá prácticamente sobre el límite”, advirtió Felizia.
Del apuro financiero al análisis agronómico
El cambio más profundo no está solo en los plazos, sino en la forma de decidir. Durante años, el productor argentino compraba insumos con anticipación, buscando cubrirse ante el tipo de cambio. Hoy, ese esquema se transformó.
“Durante mucho tiempo el productor compraba lo antes posible, fijando tipo de cambio. Eso cambió. Ahora analiza más, espera y toma la decisión cerca de la fecha de siembra”, explicó Felizia.
La nueva dinámica exige rapidez y cercanía por parte de las empresas. “Nos obliga a estar muy atentos, con logística y stock listos. La decisión llega tarde, pero llega, y hay que responder a tiempo. Es una campaña larguísima: empezamos en febrero y vamos a terminar en enero”, precisó.
Esta realidad marca un punto de inflexión en la relación entre semilleros y productores. La compra anticipada por conveniencia financiera dio paso a un proceso más racional, centrado en el producto, el servicio técnico y los resultados en el lote.
Un productor más técnico y exigente
Felizia considera que este nuevo patrón de compra “vino para quedarse”.
“Antes se compraba lo que había o lo que ofrecía la mejor condición comercial. Hoy el productor busca un híbrido que rinda, un servicio que lo acompañe y una marca que le dé confianza”.
En un contexto de márgenes ajustados, cada dólar cuenta y cada kilo cosechado define el resultado. “Ya no se apuesta a la licuación por inflación. Cada punto de margen es determinante. El productor analiza, compara y elige con criterio técnico. Eso es positivo para todos”, destacó.
La tendencia muestra una madurez creciente del sector, donde el conocimiento y la planificación pesan más que la especulación. Para Felizia, este cambio “sincera el mercado” y favorece la competencia genuina entre propuestas de valor reales.
Perspectivas: entre el agua y la esperanza
A pesar de los desafíos, el balance general de la campaña es optimista. Los trigos muestran buen estado y los márgenes del maíz siguen siendo competitivos frente a otros cultivos estivales. “Vemos una recuperación de área respecto al año pasado. No se recupera todo, pero hay un ascenso positivo, sobre todo en el norte y en el centro-norte de Córdoba y Santa Fe”, remarcó Felizia.
Desde Supra, confían en que la campaña consolidará ese repunte. “Que sea una gran siembra y, sobre todo, una gran cosecha. La necesitamos todos: los productores, la cadena de valor y el país”, concluyó.












