En Argentina, los ecosistemas enfrentan desafíos complejos: especies exóticas y nativas impactan directamente la producción agropecuaria, especialmente los ataques de fauna silvestre en el norte y sur del país. En estas regiones, los ataques de animales a establecimientos productivos generan importantes pérdidas económicas, mientras la conservación ambiental se vuelve un tema prioritario. A continuación, exploramos el contexto y las soluciones propuestas por expertos, destacando la entrevista realizada en Palabra de Campo con Javier Beltrán, gerente de conservación de The Nature Conservancy (TNC).
Norte argentino: invasión de especies exóticas y sus consecuencias
El norte de Argentina, que incluye provincias como Misiones, Corrientes y Chaco, sufre los efectos de la proliferación de especies exóticas invasoras. Entre ellas destacan el jabalí europeo y el ciervo axis, animales que encontraron un hábitat perfecto en estas regiones. Su rápida expansión no solo afecta cultivos, sino también a los pequeños y medianos productores ganaderos, quienes enfrentan ataques directos a sus recursos.
Los jabalíes, por ejemplo, devastan plantaciones y fuentes de agua, dejando tras de sí campos inutilizables. Estos animales, introducidos para la caza deportiva, se han convertido en una plaga. Además, pueden transmitir enfermedades zoonóticas como la brucelosis y la tuberculosis, aumentando las complicaciones para los productores locales. En el caso del ciervo axis, su competencia con el ganado por el alimento y el agua genera un impacto adicional en las ya limitadas economías rurales.
Países como Nueva Zelanda y Australia han enfrentado problemas similares de ataques de fauna silvestre. Javier Beltrán explica que ambos han logrado avances significativos mediante la implementación de planes de erradicación, monitoreo constante y educación comunitaria. Sin embargo, reconoce que en Argentina la falta de recursos y decisiones políticas claras dificulta una respuesta efectiva.
Sur argentino: un ecosistema en tensión entre guanacos y ovejas
En la Patagonia, el conflicto se centra en el guanaco, una especie nativa cuya población ha crecido desproporcionadamente en regiones como Santa Cruz y Chubut. Históricamente, los relatos indican que había unos 15 millones de guanacos antes de la colonización, distribuidos por toda la Patagonia. Hoy, su concentración en áreas específicas ha generado desequilibrios ecológicos y económicos.
En muchas estancias, los ataques de guanacos a las ovejas y la competencia por los pastizales han provocado una caída en la productividad ovina. Estudios realizados por el INTA revelan que el sobrepastoreo causado por grandes poblaciones de guanacos puede acelerar la desertificación, afectando tanto a los productores como al ecosistema. Este problema se agrava por la presencia de otras especies exóticas en la región, como el visón americano, el conejo europeo y los perros ferales, que atacan al ganado y destruyen infraestructura rural.
Beltrán destaca que este es un caso emblemático donde ciencia y políticas públicas deben converger. La coexistencia entre la fauna silvestre y la producción agropecuaria es posible, pero requiere estrategias innovadoras. Por ejemplo, el aprovechamiento sustentable de la lana de guanaco podría convertirse en una solución económica y ambientalmente viable, reduciendo las tensiones entre conservación y desarrollo.
El rol de la ciencia ante los ataques de fauna silvestre
Durante la entrevista, Beltrán subrayó que la ciencia debe ser el eje central de cualquier política de manejo de fauna. Desde su perspectiva, las soluciones no solo deben basarse en datos sólidos, sino también considerar el contexto social y económico de cada región. En este sentido, destacó la experiencia de TNC en la conservación de pastizales patagónicos desde 2008, donde han trabajado para equilibrar la producción ganadera con la protección de los ecosistemas.
En el caso de las especies exóticas, Beltrán enfatizó que “el control temprano es esencial. Una vez que las especies invasoras se establecen, erradicarlas resulta casi imposible”. En la Patagonia, la situación con el castor canadiense es un ejemplo claro: introducido para fomentar la industria peletera, este roedor ha transformado los ecosistemas de Tierra del Fuego, generando impactos irreversibles en los bosques y cursos de agua.
Por otro lado, el concepto de coexistencia también aplica a las especies nativas. Beltrán destacó que enfoques como la “silvestría” y el manejo no letal pueden ofrecer alternativas sostenibles para convivir con animales silvestres. Sin embargo, advirtió que estas estrategias deben implementarse con cautela, asegurándose de no generar nuevos desequilibrios en el ecosistema.
Hacia un equilibrio entre conservación y producción
Uno de los puntos clave mencionados por Beltrán es la necesidad de cooperación entre sectores. Tanto los productores como los conservacionistas deben trabajar juntos para encontrar soluciones que beneficien a ambas partes. En este contexto, programas educativos y proyectos de desarrollo sostenible pueden jugar un papel crucial.
Por ejemplo, en la región del Gran Chaco, TNC ha promovido el concepto de “paisaje bioalimentario”, que integra biodiversidad con producción de alimentos, fibras y biocombustibles. Este enfoque no solo preserva los ecosistemas, sino que también genera oportunidades económicas para las comunidades locales.
Beltrán también destacó la importancia de aprender de experiencias internacionales. Países como Nueva Zelanda han invertido en tecnología y métodos avanzados para el control de invasoras, logrando recuperar grandes extensiones de tierra. Sin embargo, señaló que estas estrategias requieren un compromiso financiero significativo, algo que en Argentina todavía representa un desafío.
El análisis de un experto
La coexistencia entre la fauna silvestre y la producción agropecuaria en Argentina es un desafío multifacético que exige respuestas científicas y políticas claras. Los ataques de animales, tanto nativos como exóticos, a establecimientos productivos no solo afectan la economía rural, sino también la salud de los ecosistemas. Como lo subrayó Javier Beltrán, encontrar un equilibrio entre conservación y desarrollo requiere enfoques innovadores, cooperación multisectorial y una visión a largo plazo.