Las exportaciones de cebolla desde Río Negro registraron una de las caídas más marcadas de los últimos años. En apenas cinco meses, los envíos a Brasil —tradicionalmente el destino más importante para esta producción— se redujeron un 47 %, según datos oficiales. La pérdida de ese mercado no solo golpea los ingresos de los productores rionegrinos, sino que altera el equilibrio de toda la cadena hortícola regional.
Brasil, que en campañas anteriores absorbía entre el 80 y el 90 % del volumen exportado, esta vez casi no necesitó cebolla argentina. A partir de una fuerte recuperación de su cosecha local, con buenos rindes y precios competitivos, dejó de importar hacia fines de mayo. En otras campañas, la demanda se sostenía hasta junio e incluso julio, lo que permitía estirar la ventana comercial y sostener mejores precios. Pero esta vez, la cosecha brasileña alcanzó para cubrir su consumo interno, y las puertas se cerraron de forma anticipada.
Lucio Reinoso, secretario de Agricultura de Río Negro, lo definió con claridad: “La campaña tuvo una disminución muy marcada de las exportaciones. Este año se vio una interrupción total al cierre de mayo. Brasil no necesitó más cebolla y eso nos dejó sin alternativa inmediata”. Según datos oficiales, mientras en 2024 se habían exportado 51.600 toneladas entre enero y mayo, este año el volumen cayó a apenas 27.312 toneladas.
Un mercado que se volvió a Brasil
La explicación para esta pérdida repentina del mercado hay que buscarla del otro lado de la frontera. En Santa Catarina, una de las principales regiones cebolleras de Brasil, la cosecha fue abundante. El clima acompañó, las tecnologías de manejo rindieron frutos, y los costos internos se mantuvieron estables. En ese contexto, la cebolla brasileña compitió en precios y ganó.
En paralelo, los mercados mayoristas del sur de Brasil —que usualmente marcan el pulso para las compras externas— empezaron a mostrar sobreoferta interna desde abril. A partir de allí, las importaciones se volvieron innecesarias. Las cámaras de comercio brasileñas incluso celebraron la sustitución de importaciones como un logro de su política agroindustrial.
Este fenómeno no es nuevo. Brasil ha alternado ciclos de fuerte demanda de cebolla argentina con otros de autoabastecimiento, en función de su clima y sus volúmenes internos. Lo inusual en esta campaña fue la velocidad del cambio: mientras los productores argentinos esperaban una temporada similar a la de 2024, el mercado se esfumó de un mes para otro.
El golpe en el Valle rionegrino
Río Negro es la principal región exportadora de cebolla de Argentina. Solo en esta campaña, dedicó más de 7.900 hectáreas al cultivo, según la Secretaría de Fruticultura provincial. Esa superficie representa casi la mitad de toda el área hortícola rionegrina y es el sustento de miles de familias que trabajan en producción, empaque, transporte y comercialización.
La abrupta caída en las exportaciones generó un efecto dominó. Los empaques bajaron su ritmo, se perdieron jornales, muchos productores vendieron a pérdida o directamente dejaron la cebolla en el campo. En algunas zonas del Valle, la mercadería no llegó a cosecharse por falta de precio. En otras, se comercializó a 35 o 40 pesos el kilo en chacra, valores por debajo de los costos de producción.

Además, el mercado interno no tiene la capacidad de absorber el volumen que no salió al exterior. Aunque los precios en góndola se mantuvieron estables o incluso subieron, el ingreso del productor fue mínimo. La cadena hortícola quedó descompensada y con poco margen de reacción.
Una estructura vulnerable
La cebolla exportable de Río Negro depende casi exclusivamente de Brasil. Si ese mercado se cae, no hay una alternativa inmediata de igual volumen. Las ventas a Paraguay o Bolivia existen, pero son incipientes y no mueven la aguja. Tampoco existen canales consolidados con Europa o Medio Oriente para este producto, a diferencia de otras cadenas agroindustriales argentinas.
Esa concentración de mercado se volvió una debilidad estructural. En los años en que Brasil demanda, todo fluye. Pero cuando su cosecha interna lo satisface, como ocurrió en 2025, Argentina se queda sin destino para su cebolla.
A esto se suma una estructura de costos local que resulta cada vez menos competitiva. El tipo de cambio oficial, los fletes internos y los costos de empaque y acondicionamiento ponen a la cebolla argentina en desventaja frente a sus pares brasileñas u holandesas, que también participan en el mercado regional.
¿Qué hacer con la cebolla?
El desafío inmediato es contener el impacto económico en el Valle. Algunos municipios trabajan con planes de apoyo para pequeños productores que no lograron vender su cosecha. Otros buscan facilitar la colocación de cebolla en provincias del norte argentino, donde aún hay demanda estacional. Pero se trata de soluciones parciales, y el problema de fondo sigue sin resolverse.
Desde las cámaras del sector se plantea la necesidad de un programa de reconversión comercial. “No podemos depender de un solo cliente. Necesitamos abrir otros mercados, aunque sean más chicos, para no estar tan expuestos”, afirman desde el sector productivo. También reclaman líneas de financiamiento específicas, inversiones en infraestructura para almacenamiento y fomento al valor agregado, como la cebolla pelada o envasada.
En paralelo, algunos productores analizan diversificar su matriz hortícola. En lugar de apostar todo a la cebolla exportable, podrían volver a integrar otros cultivos como zapallo, papa o ajo, que permiten abastecer distintos segmentos del mercado interno y no dependen tanto de la demanda externa.
Las cuentas de una campaña difícil
Los números hablan por sí solos. En 2024, Argentina exportó a Brasil más de 196 mil toneladas de cebolla entre enero y junio. Fue una campaña récord, con precios históricos y un fuerte empuje desde el sur bonaerense y el Valle. En 2025, apenas se alcanzó el 14 % de ese volumen.
En una economía regional tan especializada como la del Valle rionegrino, ese recorte se siente en cada etapa de la cadena. No es solo una cuestión de toneladas o dólares: es un impacto directo en la ocupación, en la rentabilidad y en las perspectivas del sector.
Por eso, aunque el clima en Brasil haya sido el desencadenante, la situación obliga a revisar a fondo el modelo exportador actual. La cebolla rionegrina tiene calidad reconocida, tecnología instalada y un saber hacer construido durante décadas. Lo que hoy está en discusión es si puede sostener ese posicionamiento sin quedar a merced de un solo mercado.
La próxima campaña está a la vuelta de la esquina. Los semilleros ya empiezan a preparar la nueva siembra. En ese contexto, cada decisión cuenta. Y lo que se siembre ahora, en más de un sentido, va a definir el lugar que ocupará la cebolla argentina en el mapa agroexportador del futuro.