“No es que no producimos, el problema es que no nos dejan ser competitivos”
El productor, industrial y ex presidente de la Federación de Entidades Arroceras, Jorge Paoloni, no tiene dudas: “Hoy, con esta estructura de costos, muchos productores van a quedar fuera del sistema”. La frase no es alarmista. Resume una situación que atraviesa el corazón arrocero de la Argentina, especialmente en Entre Ríos, donde los sobrecostos energéticos, la presión impositiva y la falta de infraestructura asfixian a los pequeños y medianos actores de la cadena.
En diálogo con Palabra de Campo, Paoloni remarcó que la última campaña fue excelente en lo productivo, con uno de los mejores rendimientos en diez años. Sin embargo, la baja del precio internacional del arroz, combinada con los costos locales, convirtió un buen ciclo en un negocio deficitario. “El precio internacional ronda los 200 dólares la tonelada. Para Uruguay o Brasil eso puede funcionar. Para nosotros, con todos los sobrecostos, es ruinoso”, afirmó.
Energía eléctrica: el costo que arruina al productor
Entre los factores que más golpean al productor entrerriano, Paoloni señaló sin titubeos a la energía eléctrica, que representa el 33% del costo total por hectárea en campos con riego. “Pagás durante tres meses lo que usás en la campaña, pero después quedás atado a nueve meses más de facturas elevadas por cargos fijos, aunque no uses ni un kilowatt. Es un sistema perverso”, criticó.
El problema no es nuevo, pero se agravó. “Hace años que lo venimos denunciando. La empresa ENERSA aplica cargos fuera de lo que es el consumo real. A eso sumale impuestos provinciales y tasas. Si querés darte de baja, te sacan el transformador y quedás fuera del sistema. Es demencial”, resumió.
Paoloni comparó con países vecinos: “Un productor uruguayo o brasileño, con la misma productividad que nosotros, gana dinero. Acá, nos fundimos”. La diferencia radica en la carga de impuestos internos, el acceso a infraestructura de transporte y los costos de insumos.
Una estructura impositiva que castiga al que produce
A los costos energéticos se le suma una presión impositiva que el productor califica como “irracional”. En particular, Paoloni denunció el reciente aumento del impuesto a los ingresos brutos al 5% en Entre Ríos: “Es sobre el bruto, directo. No solo te pega cuando ganás, también cuando perdés. Afecta al comercio, a la industria, a todos”, dijo.
Este ajuste, aseguró, perjudica aún más a los actores locales. “San Salvador tiene 16 molinos arroceros. Solo uno es grande, el resto somos pymes familiares. Yo tengo una empresa con mis hijos y 50 empleados. Estas cargas te matan. Las facturas hay que pagarlas igual, aunque estés en rojo”, expresó.
El arroz argentino, más caro que en toda la región
Paoloni amplió su crítica al sistema económico. Señaló que los insumos agropecuarios tienen precios mucho más altos que en los países vecinos. “Un tractor cuesta el doble que en Brasil. Un neumático argentino está 50% más caro que en Paraguay. No hablamos de marcas importadas, hablamos de producción local”, explicó.
A su juicio, esta distorsión genera un efecto devastador sobre las economías regionales. “Nosotros no pedimos subsidios. Pedimos condiciones lógicas para trabajar. Hoy, la diferencia de costos nos pone en desventaja frente a cualquier país que produce arroz”, afirmó.
También destacó que, a pesar de no tener retenciones, el arroz no logra ser competitivo en el comercio exterior. “No es solo el dólar. Es todo lo que tenés que pagar para exportar. Los puertos en Rosario y Buenos Aires te matan con los costos. En Entre Ríos tenemos Concepción del Uruguay e Ibicuy, pero no funcionan. Y así, perdemos otra ventaja”, aseguró.
Concentración, menos productores y más dependencia
La falta de condiciones favorables lleva a un proceso de concentración del negocio. “Muchos pequeños y medianos productores no van a poder seguir. Volvieron con entusiasmo cuando el precio subió en 2023, pero ahora, con la caída de valores y estos costos, la superficie se va a achicar y muchos quedarán afuera”, anticipó.
Coincide con lo que señalaron otros referentes del sector como Enrique García, de la Asociación de Plantadores de Arroz, y Luciano Challio, de Federación Agraria. Este último remarcó que los pequeños ni siquiera son dueños de la tierra que trabajan y ahora deben renegociar con los propietarios si continúan con arroz o cambian de cultivo.
Paoloni también advirtió sobre la concentración industrial: “En Corrientes hay dos o tres empresas europeas que se están expandiendo. Tienen financiamiento, mercados, logística. Pero eso no es impedimento para que el productor chico siga. Solo que el Estado debería ofrecerle herramientas, y hoy no lo hace”.
Puertos, mercados y la necesidad de políticas públicas
Uno de los puntos centrales del reclamo de Paoloni tiene que ver con la infraestructura logística. “Tenemos un puerto como el de Concepción del Uruguay que podría funcionar bien, pero no andan los elevadores. El de Ibicuy nunca se desarrolló. Y el puerto privado de Iguazú está cerrado para los chicos. Al final, tenés que ir a Rosario, y los costos son imposibles”, explicó.
También se mostró crítico con la falta de participación de los productores en las misiones comerciales. “Las provincias organizan viajes para buscar mercados, pero los productores primarios no estamos incluidos. Siempre van los grandes, los mismos. Eso tiene que cambiar si queremos sostener a las pymes”, reclamó.
Finalmente, Paoloni pidió al gobierno nacional y provincial que tomen decisiones concretas. “No se trata solo de subir el dólar. Se trata de bajar los sobrecostos. Adecuar las tarifas de energía. Abrir los puertos. Dar herramientas reales. Si no, este año será crítico y el arroz va a seguir retrocediendo”.
Un futuro incierto para el arroz
El sector arrocero de Entre Ríos enfrenta una coyuntura que excede lo agronómico: se trata de un problema estructural que combina sobrecostos locales, falta de infraestructura y ausencia de políticas diferenciales para una economía regional intensiva en mano de obra. Con una caída proyectada en la superficie sembrada y un número creciente de productores que podrían abandonar la actividad, el desafío no es solo sostener una campaña, sino evitar un retroceso que comprometa el futuro de toda la cadena arrocera. La ventana de tiempo para tomar decisiones es breve. El momento de actuar es ahora.