En un giro climático inesperado, julio de 2025 rompió con una racha de sequía invernal que llevaba años marcando las campañas agrícolas. Las lluvias acumuladas durante la primera quincena no solo superaron los promedios históricos, sino que revitalizaron las expectativas de una campaña triguera prometedora. Para encontrar un julio con registros similares hay que remontarse a 2015.
En localidades del oeste de la región núcleo, como Noetinger (Córdoba), se midieron 45,2 mm, triplicando los valores normales. En Baradero, las lluvias alcanzaron los 54 mm; en María Teresa, 45,6 mm; y en Ramallo, 44,6 mm. En General Pinto, los registros tocaron los 42 mm, mientras que en Rosario se anotaron 28 mm. Incluso en zonas donde las lluvias suelen escasear en esta época del año, como el sudoeste santafesino, los perfiles hídricos recibieron un impulso inesperado.
“De los últimos 20 años, en 12 no llovió nada en julio. Esto es más que positivo porque nos va a permitir lograr un muy buen macollaje, que se traducirá en más espigas viables”, explican técnicos de la zona. Ese dato resume el cambio de ánimo en el campo: el agua llegó justo a tiempo.
Rumbo a una de las mejores campañas de trigo de la historia
La siembra de 1,66 millones de hectáreas ubica a la campaña 2025/26 como la tercera más grande de la historia en la región núcleo, solo superada por las de 2019/20 y 2021/22. Y las proyecciones entusiasman: si el rendimiento promedio alcanza los 43 quintales por hectárea, se podrían lograr 7 millones de toneladas, un hito que consolidaría al trigo como protagonista clave del año agrícola.
Las condiciones están dadas. “Con las condiciones hídricas actuales y la fertilización que se aplicó, se esperan rindes de entre 40 y 60 qq/ha”, aseguran los especialistas. La mejora en las reservas hídricas es evidente: en la franja centro-este, los suelos ya tienen reservas óptimas a abundantes, y en el sudeste, incluso excedentes. El cambio más notable ocurrió en el oeste, donde se pasó de niveles escasos o en sequía a adecuados o regulares.
En Corral de Bustos, destacan que las últimas lluvias fueron decisivas no solo para consolidar las emergencias del trigo, sino también para asegurar un macollaje robusto, etapa clave para definir el potencial de rendimiento. En Piedritas, lotes que venían demorados por el frío lograron completar la emergencia gracias a las precipitaciones. Y en Bigand, se reporta una homogeneidad inusual en el establecimiento del cultivo.
El consultor José Luis Elorriaga ya lo había anticipado: “Este invierno tendría precipitaciones por encima de lo normal y temperaturas más templadas que las del 2024”. Hasta el momento, la realidad le da la razón.
El maíz tardío también sorprendió y cerró con números firmes
Mientras el trigo se perfila como la gran esperanza, el maíz deja la vara alta. Con el 92% de la superficie ya cosechada, la campaña de maíz tardío termina con rendimientos más que alentadores. En el norte bonaerense aún quedan unas 13.000 hectáreas, pero lo que se cosechó hasta ahora muestra promedios entre 80 y 100 qq/ha, con algunos lotes alcanzando picos de 120 qq/ha.
La estrategia de siembras tardías fue clave para compensar las pérdidas de los maíces tempranos, afectados por la falta de agua. En Bigand, por ejemplo, el maíz de segunda rindió entre 65 y 75 qq/ha, mientras que los tardíos superaron ampliamente esos valores. En Piedritas y General Villegas, los técnicos destacan que “los mejores cuadros iban a ser los de fechas tempranas, pero por la sequía, terminaron siendo los tardíos los que la rompieron”.
El promedio general en la región núcleo supera cómodamente los 90 qq/ha, y si bien el maíz está cerrando su ciclo, deja un terreno fértil –literal y figurativamente– para que el trigo tome el protagonismo en lo que resta del año agrícola.
