El quinto informe de la Red Nacional de Monitoreo Dalbulus maidis volvió a traer buenas perspectivas para la producción de maíz, a nivel cuantitativo e incluso cualitativo. Pero la emergencia de maíces sembrados y guachos obliga a reforzar el monitoreo en los lotes y a preparar un manejo integrado para lograr una campaña exitosa.
El quinto informe de la Red Nacional de Monitoreo Dalbulus maidis, con datos relevados entre el 18 de septiembre y el 4 de octubre, volvió a plantear un muy buen escenario para la producción maicera de la campaña 2024/25.
A nivel cuantitativo, de las 443 localidades relevadas en las cinco regiones críticas del país, más Uruguay, el 99% registró menos de 5 chicharritas por trampa, y en muchas el resultado fue 0. En las regiones que habían estado más comprometidas la campaña pasada, como el NOA, el Centro-Norte y el Centro-Sur del país, la presencia de Dalbulus maidis continuó descendiendo drásticamente con respecto a los relevamientos anteriores.
De las localidades relevadas en la Argentina para este informe, 82 están en el NOA, 88 en el NEA, 33 en el Litoral, 78 en el Centro Norte y 162 en el Centro Sur, mientras que se incorporaron 18 localidades de Uruguay.
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Las oscilaciones térmicas, sumadas a las condiciones de sequía y baja humedad relativa en muchas regiones y a que los adultos invernales de Dalbulus maidis se encuentran en la fase final de su ciclo de vida, sugieren que las poblaciones podrían seguir disminuyendo, pero sólo si no logran acceder a maíz, su fuente única de alimentación y su lugar de reproducción.
Por ello, como complemento de las trampas, en este momento es crucial hacer monitoreo en aquellos lugares donde se implantó maíz, así como en las zonas donde las lluvias recientes puedan haber hecho surgir maíces voluntarios (“guachos”). Si las chicharritas que sobrevivieron al invierno logran acceder a maíz, aumentará el riesgo de ninfas en las próximas semanas. Se debe llevar a cabo la eliminación de los maíces guachos y, de ser necesario, proceder al control del vector, en el marco de un Manejo Integrado de Plagas (MIP) más consciente, con el monitoreo como elemento crítico y estratégico para la toma de decisiones.