Córdoba, principal provincia exportadora de alfalfa en Argentina, se prepara para dar un salto cuantitativo y cualitativo en un negocio que, aunque todavía incipiente a nivel nacional, podría convertirse en una poderosa vía de ingreso de divisas. Hoy, la exportación de alfalfa argentina apenas representa el 1,5% del mercado global, pero ese bajo punto de partida es precisamente lo que motiva a empresarios y productores a apostar fuerte.
El dato es claro: el comercio mundial de alfalfa alcanza los US$17.000 millones anuales, y Argentina apenas participa con unos US$66 millones, según cifras oficiales. Sin embargo, desde Córdoba aseguran que el potencial es al menos cuadruplicar esos ingresos hasta llegar a los US$250 millones por año.
En el corazón del país, productores, cooperativas y empresas del agro trabajan en la mejora genética, el secado artificial, la peletización y el embalado de este forraje clave para la alimentación animal, especialmente en mercados de Medio Oriente y Asia, donde la demanda crece sostenidamente.
De Córdoba al mundo: cómo se proyecta el crecimiento del forraje exportable
Actualmente, Córdoba concentra cerca del 80% de las exportaciones argentinas de alfalfa, gracias a su infraestructura, clima propicio y el empuje de un ecosistema agroindustrial consolidado. Localidades como Villa María, Río Cuarto y San Francisco se destacan por contar con plantas procesadoras, centros de acopio y acceso logístico a los puertos de Rosario y Buenos Aires.

La provincia también está trabajando para ampliar los convenios fitosanitarios que habiliten nuevos mercados. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, China y Japón figuran entre los destinos más codiciados. En paralelo, se analizan acuerdos con Corea del Sur y Vietnam, donde la demanda por proteína vegetal de calidad es creciente y constante.
“La alfalfa puede convertirse en una economía regional exportadora de peso, como ya lo es el maní, también cordobés”, sostienen desde el clúster forrajero cordobés, que nuclea a decenas de pymes, técnicos y autoridades provinciales. Según cálculos del sector privado, si se llega a procesar un millón de toneladas con valor agregado, el ingreso de divisas superaría los US$250 millones anuales, una cifra que marcaría un antes y un después en el perfil exportador del agro argentino.
Una apuesta estratégica ante un mercado en expansión
La competitividad argentina en este rubro se apoya en varias fortalezas: el bajo costo de producción, la calidad del forraje, la experiencia agronómica y la capacidad de mecanización. Además, el cambio climático y las restricciones al uso de agua en zonas desérticas impulsan a los países importadores a tercerizar la producción de forraje en regiones como América del Sur, donde el recurso hídrico no es aún un limitante estructural.
Argentina cuenta, además, con una ventaja relativa que comienza a capitalizar: la posibilidad de producir alfalfa durante casi todo el año en varias regiones, incluyendo San Luis, Santiago del Estero y Tucumán, lo que permitiría ampliar la oferta y diversificar los ciclos de exportación.
El desafío ahora pasa por mejorar la logística, consolidar certificaciones internacionales de calidad, y promover líneas de crédito e inversión para potenciar la industrialización del forraje. En ese sentido, Córdoba ya avanza con programas específicos de apoyo y una estrategia para insertar a la alfalfa como un producto estrella del agro nacional.