Los productos biológicos ya no son una tendencia futura, sino una realidad concreta en los sistemas productivos argentinos. Según datos de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), entre 18 y 20 millones de hectáreas agrícolas del país ya utilizan algún tipo de insumo biológico, lo que equivale a casi la mitad de la superficie total cultivada.
Detrás de este crecimiento sostenido se encuentra un cambio profundo, tanto técnico como cultural, que ya comienza a transformar el paradigma productivo argentino. En diálogo con Palabra de Campo, Federico Elorza, coordinador de Gestión Sustentable de Casafe, analizó el avance de estos productos, sus mitos, barreras y oportunidades, y anticipó lo que será el Congreso Nacional de Biológicos, a realizarse el 12 de junio en Rosario.
De marginales a protagonistas: el auge silencioso de los biológicos
Casafe, una cámara tradicionalmente vinculada al uso responsable de fitosanitarios, comenzó a virar hace más de cinco años hacia un abordaje más amplio e inclusivo. Hoy, el 75% de las empresas que integran la entidad ya cuenta con productos biológicos en su portafolio, y representan nada menos que el 80% del mercado nacional de estos insumos.

“El mercado de biológicos está creciendo a tasas del 11 al 15% anual, algo realmente significativo para este tipo de tecnologías”, explica Elorza. Según el especialista, ese crecimiento no solo se da en volumen y facturación, sino también en conocimiento técnico, adopción por parte de los productores y presencia en la conversación pública sobre sustentabilidad.
El Congreso en Rosario buscará precisamente visibilizar y profundizar ese avance: “Queremos mostrar cómo se están incorporando los biológicos en diferentes sistemas productivos, no solo en Argentina, sino también en países como Brasil y Estados Unidos, donde el desarrollo es exponencial”, remarcó.
¿Por qué apostar por biológicos en el agro?
Para Elorza, existen razones sólidas y complementarias que explican por qué cada vez más productores se vuelcan a los insumos biológicos. Por un lado, la presión ambiental y de los consumidores internacionales, que piden alimentos con menos residuos químicos. Por otro, la eficiencia económica que ofrecen estos productos cuando se los utiliza correctamente.
“Los biológicos no dejan residuos, lo que mejora el posicionamiento comercial de los cultivos. Y aunque hubo una percepción de que eran más caros o menos efectivos, hoy ya no es así: hay precios competitivos y resultados comprobados”, asegura.
Una de las principales barreras, reconoce Elorza, es la falta de capacitación: “Estos productos son organismos vivos. Hay que aplicarlos en condiciones adecuadas, almacenarlos correctamente y entender su comportamiento. Pero cuando se hace bien, no se pierde eficiencia frente a los químicos”, señala.
De la soja a todo el sistema: cómo se expanden los bioinsumos
Elorza recuerda que uno de los primeros biológicos ampliamente adoptados en Argentina fue el inoculante para soja, que hoy representa más del 60% del uso de bioinsumos en el país. “Hace más de 25 años que se usa, y el productor fue aprendiendo a manejarlo. Esa experiencia le permite hoy avanzar con nuevos productos más complejos, como bioestimulantes o biocontroladores”, explica.
La diversificación es clara: en 2024, la facturación de bioinsecticidas certificados creció más del 110%, especialmente en segmentos como hortalizas y cultivos intensivos. El mercado ya no está concentrado solo en fertilizantes biológicos, sino que se expande a nuevas categorías con un potencial inmenso.
Pero el punto de inflexión, advierte Elorza, aún no llegó. Y tiene nombre: bioherbicidas.
El día que lleguen los bioherbicidas, todo cambiará
“El 85% del mercado argentino de insumos está dominado por herbicidas. Pero hoy no hay bioherbicidas disponibles en el país. Cuando los tengamos, se va a dar un salto brutal”, afirma con convicción.
Elorza sostiene que ya hay investigaciones avanzadas y que varias empresas globales están cerca de lanzar productos que permitirían controlar malezas con base biológica. “Cuando eso ocurra, el crecimiento va a ser mucho más acelerado del que vemos ahora. Porque los problemas de malezas son los más complejos que enfrenta el productor”, remarcó.
Capacitar, regular, y demostrar: las claves para escalar
Uno de los ejes del Congreso en Rosario será la capacitación técnica, con foco en asesores, productores y técnicos de campo. Pero también se discutirá el marco regulatorio, que necesita ser más ágil y actualizado para acompañar la innovación.
“El sistema regulatorio argentino fue pensado para productos químicos. Necesitamos normativas específicas para biológicos, que reconozcan su naturaleza y aceleren los tiempos de aprobación”, reclamó Elorza.
Además, habrá espacios para mostrar casos de éxito locales e internacionales, con testimonios de productores que ya integraron biológicos en sus esquemas y lograron mejorar rendimientos, sanidad de suelos y rentabilidad.
La Argentina, frente a una oportunidad estratégica
Para Federico Elorza, Argentina tiene condiciones únicas para liderar el desarrollo de biológicos en la región. Hay conocimiento técnico, empresas innovadoras, productores abiertos al cambio y una presión externa creciente para avanzar en sustentabilidad.
“No se trata de reemplazar por completo los químicos, sino de integrar tecnologías que nos permitan producir más, mejor y con menor impacto”, resume.
Con casi la mitad del campo argentino ya aplicando bioinsumos, y un horizonte que podría llevar al 30% del mercado total en los próximos 10 años, la revolución ya comenzó. Y, como suele pasar en el agro, las grandes transformaciones empiezan de forma silenciosa, pero firme.
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