“Me enamoré de apagar incendios”, dice Eduardo Carugati piloto de avión que supo volar en líneas comerciales, pero desde ya hace 15 años dedica sus días a combatir el fuego desde el aire. “Es que es una satisfacción enorme poder ayudar”.
En el 2006 fue su primera campaña. Todo empezó un poco por casualidad cuando volaba en una aerolínea y también pulverizaba campos. “Un verano me convocaron a combatir los incendios en las Sierras de Córdoba y no lo dudé, en ese momento sentí que mi trabajo valía. Porque ver los campos que normalmente cuido completamente en llamas, es sentir como una parte tuya queda ahí”, recuerda sobre sus inicios como piloto bombero.
Eduardo es además uno de los pocos pilotos en el país que vuela el avión anfibio que gracias a su empuje adquirió hace algunas temporadas la provincia de Córdoba. “Es un avión que carga agua en vuelo desde un dique o lago, no tiene que aterrizar. Eso acelera muchísimo los tiempos en solo 30 segundos está cargado de nuevo”, explica. El verano pasado le tocó trabajar apagando un foco en la zona de Dique Los Molinos. Cuenta que al atardecer ya estaba cansado y tenía ganas de volver a su casa. “Desde la segunda o tercera descarga empecé a decirme esta es la última; terminé haciendo 62 viajes. Es como que uno no quiere dejar de ayudar”, asegura.
Desde el Norte
Al norte del país en la provincia de Tucumán la familia Seiler lleva varias generaciones dedicadas al cuidado del campo, pero desde hace algunos años también vuelan para combatir el fuego. Santiago es piloto de avión, vocación heredada de su padre, que también se dedicaba a aplicar campos. “El fuego es feo, te genera mucha impotencia. Estás ahí arriba con 40 grados de temperatura, más el fuego, el viento, el humo y tirás y tirás agua y parece que no hace nada”, explica.
Los Seiler tienen campos propios y además brindan servicios cuidando tierras ajenas. El año pasado durante los incendios forestales el fuego llego a sus campos, inclusive a la pista de aterrizaje de sus aviones. “Tuvimos que cambiar de pista porque si no aterrizábamos en medio del fuego. Es increíble la potencia que tiene y cómo avanza”, señaló.
Además, explica que se trabaja de manera coordinada con gente en tierra, que por lo general son los propios productores rurales, dueños y empleados de los campos afectados. “Esto es un trabajo en equipo, nos ayudamos entre todos. En tierra se van haciendo los cortafuegos y desde aire combatimos con agua”.
Cada vez más incendios forestales
Los incendios forestales son una problemática que se agrava año tras año, las sequías históricas, el cambio climático y muchas veces la negligencia hacen que cada temporada haya más zonas afectadas.
Una provincia arrasada por el fuego
El año pasado se quemaron más de 1 millón de hectáreas de la provincia de Corrientes y parte del Parque Nacional Iberá. Nada más y nada menos que el 12% de la superficie provincial. A Eduardo le tocó combatir esos incendios forestales y no recuerda peligro semejante en el aire: “Volábamos con solo 100 pies de distancia entre aviones, el humo no dejaba ver nada. Fue tan riesgoso como devastador ver kilómetros y kilómetros comidos por el fuego”, sentencia.
“Es desgarrador cuando te tiran coordenadas, llegas a la zona y lo que queda es la nada: tierra arrasada y cientos de animales muertos”, cuenta Eduardo.