Tras conocerse el dato de inflación de agosto, la sucesión de placas mostrando el aumento que acumula el kilo de asado no tardaron en viralizarse. Sin embargo no dejan de reflejar una realidad parcializada de lo que vive actualmente el sector.
Durante agosto, incluso previo a la devaluación post PASO, el precio de la hacienda en el mercado de Cañuelas mostró un muy fuerte incremento, descomprimiendo así un período de varios meses de retraso. El novillito liviano que en las dos primeras semanas de agosto rondaba los $650 a $670 el kilo, tras la devaluación, picó fuerte con alzas de más de $200 el kilo, llegando a marcar máximos superiores a los $900 el kilo vivo.
Hasta entonces, el precio del novillito terminado en el MAG acumulaba retrasos de más del 60% interanual respecto del promedio general de precios, medido a través del IPC. En agosto, el promedio de la categoría logró registrar una variación interanual del 134% ubicándose unos 10 puntos por sobre el 124,4% que marcó la inflación interanual a ese mes. En lo que va de septiembre -asumiendo un IPC mensual similar al registrado el mes previo- si bien en promedio esa brecha continúa ampliándose a unos 19 puntos porcentuales, la tendencia de precios registrados en las últimas jornadas en el MAG muestra un ligero quiebre a la baja.
Por su parte, tanto la cría como la invernada aún no han llegado a corregir plenamente el retraso que viene registrando respecto a la inflación. Si tomamos como referencia para la invernada el valor del Ternero ROSGAN, vemos que en los últimos 12 meses los precios han registrado un incremento del 115% que lo ubica a unos 10 puntos porcentuales por debajo del IPC. Del mismo modo, si analizamos el comportamiento de los precios de referencia para una vaquillona preñada, el incremento que exhibe en el último año apenas alcanza el 87% interanual, lo que implica un retraso contra inflación de 37 puntos porcentuales.
En este sentido, el clima, con una seca que aún no termina de retirarse en muchas zonas ganaderas, es precisamente el principal causante de esta disociación de valores que estamos señalando.
Sucede que el escenario de buenas lluvias que se proyectaba para inicios de la primavera aún no se estaría plasmando o, lo que es aún más grave, según indican algunos climatólogos, se estaría dando de manera sectorizada beneficiando regiones como el NOA, extremo Noreste del país y Patagonia, dejando un bache de lluvias sumamente alarmante en gran parte del área central. De confirmarse esta hipótesis, enciende una nueva alerta en pleno inicio de la temporada de servicios.
De momento, la faena de vacas que para esta altura del año debería mostrar una reducción más pronunciada, continúa fluctuando en niveles elevados. Si bien el ritmo de faena de julio y agosto ha caído, los datos de septiembre -expresados con base diaria- sugieren cierto amesetamiento, ubicándose 30 puntos por arriba de niveles registrados a esta misma fecha, un año atrás.
Sin duda, los meses que siguen se desarrollarán en un contexto de alta incertidumbre. La vorágine de anuncios y medidas gubernamentales a la que ingresamos luego de las elecciones primarias, no da señales de ceder. Por el contrario, los tiempos que vienen requieren de mucha cautela en las decisiones comerciales y alta eficiencia en materia de costos productivos, siendo imperativo preservar todo recurso que permita proteger el capital.
En tiempos de elevada incertidumbre cambiaria, la hacienda ya ha demostrado ser un refugio de valor muy valorado por el productor. Sucede que, en este escenario, el clima, lejos de ser un aliado suma aún más incertidumbre. Para muchas zonas, la posibilidad de protegerse en hacienda no es una alternativa viable y es lo que, en definitiva, está hoy poniendo el mayor freno a la recomposición de valores para una buena parte del sector.