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Norte argentino: sequía, heladas e inundaciones arrasan con la producción de algodón

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El cultivo de algodón, uno de los pilares productivos del norte argentino, atraviesa una de sus peores campañas en años. La combinación de sequía, heladas e inundaciones desde el inicio de la siembra hasta la etapa de cosecha golpeó con fuerza a los lotes del Chaco y del este de Santiago del Estero, generando pérdidas estimadas en hasta un 70% según entidades locales.

El fenómeno no sólo afectó al rendimiento, sino que deterioró notablemente la calidad de la fibra, comprometiendo las chances comerciales tanto en el mercado interno como externo. La situación deja al descubierto la vulnerabilidad del sistema productivo ante eventos climáticos extremos, que se presentan cada vez con mayor frecuencia y severidad.

Según la Asociación de Productores Algodoneros del Chaco, “el algodón es el cultivo más afectado este año por el clima. En muchas zonas ni siquiera se justifica levantar lo poco que quedó. El daño es total”. En algunos casos, los lotes no pudieron completarse por falta de agua al inicio del ciclo, mientras que otros fueron afectados por heladas tempranas o por lluvias torrenciales en pleno momento de apertura de cápsulas, lo que arruinó el aspecto comercial de la fibra.

Una sucesión de extremos que arrasó con la campaña en el norte

Todo comenzó con la falta de lluvias durante octubre y noviembre de 2024, que complicó la implantación en muchas zonas del NEA. En regiones donde se sembró en fechas tempranas, como Las Breñas, Charata o General Pinedo, los cultivos emergieron con dificultad o directamente no prosperaron. En áreas donde se esperó al segundo turno de siembra, la humedad ya no alcanzaba para asegurar una implantación pareja.

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Luego vino el frío inusual. Las heladas de febrero sorprendieron en pleno desarrollo reproductivo a los algodonales, provocando quemaduras en estructuras florales y deteniendo la evolución de las plantas. Ese impacto no solo redujo el número de cápsulas, sino que anticipó la maduración en forma forzada, deteriorando la calidad y homogeneidad de la fibra.

Como si eso fuera poco, durante abril y mayo se registraron lluvias muy por encima de lo normal. En el este de Santiago del Estero y el sudoeste chaqueño, las precipitaciones superaron los 250 mm en algunos eventos, lo que provocó inundaciones en lotes a punto de cosecharse. La fibra se manchó, perdió elasticidad y muchas cápsulas se desprendieron antes de tiempo, reduciendo aún más el rendimiento.

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El INTA Sáenz Peña confirmó que la situación es crítica. En su último informe, advirtió que “la sucesión de eventos extremos a lo largo de toda la campaña dejó a gran parte del algodón en condiciones comerciales inaceptables”. Y añadió: “La presencia de fibras cortas, manchadas o inmaduras es tan alta que muchas partidas están siendo rechazadas o descontadas con fuerza en las desmotadoras”.

Consecuencias económicas y mirada a futuro

El impacto económico sobre los productores es muy fuerte. En el Chaco, más de 300.000 hectáreas fueron destinadas al algodón en esta campaña 2024/25. Sin embargo, se estima que sólo una fracción de esa superficie permitirá recuperar parte de los costos. La rentabilidad, incluso con precios internacionales en niveles atractivos, se esfumó por completo.

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En diálogo con medios regionales, productores manifestaron su frustración. “Hicimos todo lo que había que hacer: rotación, siembra directa, manejo sanitario. Pero no hay tecnología que aguante este nivel de inestabilidad climática”, aseguró un productor de Pampa del Infierno. Otro colega en Quimilí apuntó: “Las compañías aseguran la siembra, pero cuando llega el momento del desastre, muchas veces hay letra chica que deja fuera de cobertura a lo que más se dañó”.

Desde el Gobierno provincial y nacional, hasta el momento, no se han anunciado medidas de ayuda concretas. Aunque hay gestiones en curso para activar fondos de emergencia agropecuaria, los tiempos burocráticos no siempre acompañan la urgencia del bolsillo del productor. Algunas cooperativas ya advirtieron que será difícil sostener el financiamiento para la próxima campaña sin un salvataje externo.

El algodón no es solo una economía regional más. En muchas zonas del norte es la única alternativa viable para el pequeño y mediano productor, y constituye un eje central de empleo rural. En Chaco, por ejemplo, se estima que al menos 25.000 familias dependen directa o indirectamente del ciclo algodonero.

Además, en momentos donde el país necesita generar divisas y empleo formal, este tipo de retrocesos productivos impone un costo doble: se pierden toneladas de producción e ingresos por exportación, pero también se debilita el tejido social y económico de las zonas más vulnerables.

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