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Fin al peso mínimo de faena: el Gobierno elimina una norma clave y desata el debate ganadero

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El Gobierno nacional oficializó este lunes 17 de junio la eliminación del peso mínimo obligatorio para faenar ganado bovino, una medida vigente desde 2007 que imponía límites de 165 kilos para machos y 140 kilos para hembras. A partir del 1° de enero de 2026, los productores tendrán libertad total para decidir cuándo enviar animales a faena, sin condicionamientos normativos de peso.

La decisión fue anunciada a través de la Resolución 98/2025, firmada por el secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella. El texto se enmarca en la política de desregulación impulsada por el Gobierno de Javier Milei, y toma como referencia el Decreto 70/2023, que establece un marco de “libertad económica” para los sectores productivos.

En la resolución se argumenta que, tras casi dos décadas de vigencia, la imposición de un peso mínimo no logró los objetivos que perseguía: ni aumentó significativamente la productividad, ni mejoró la calidad de la carne, ni generó un efecto positivo en la recomposición del stock ganadero.

“La faena anticipada, lejos de estar vinculada al peso mínimo, ha respondido históricamente a factores como el clima, los ciclos de exportación o los precios relativos”, señala el documento oficial.

Además, se remarca que en los países que no regulan el peso de faena, como Estados Unidos, Uruguay o Australia, los animales alcanzan incluso pesos promedio más altos que en Argentina.

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Faena: el sector ganadero entre el apoyo, la prudencia y la preocupación

La medida generó reacciones inmediatas y dispares en el mundo ganadero. Para algunos analistas y referentes del sector, se trata de un paso hacia la modernización y una señal de confianza en la capacidad del productor. Para otros, representa un riesgo para la calidad, el stock y el rendimiento de la cadena cárnica.

Víctor Tonelli, consultor ganadero, celebró la decisión y afirmó que el peso mínimo “nunca funcionó”:

“Era una norma intervencionista que fomentaba la informalidad. Lo que sí ha funcionado es permitir exportar y pagar más por animales bien terminados”.

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Carlos Odriozola, vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), también avaló la medida. Según su visión, eliminar este tipo de regulaciones estimula las inversiones, mejora la competitividad y respeta la lógica productiva del productor. “Es una política coherente con la libertad de mercado que defendemos”, sostuvo.

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En la vereda opuesta, Miguel Schiariti, titular de CICCRA (industria frigorífica), expresó preocupación por un posible efecto negativo sobre el peso promedio de faena, lo que podría reducir la producción total de carne y alterar los tiempos de recuperación del stock ganadero.

El fin del peso mínimo de faena reconfigura las reglas para los productores
El fin del peso mínimo de faena reconfigura las reglas para los productores

También Miguel Gorelik, editor del portal especializado Valor Carne, cuestionó la implementación a largo plazo, tildando la normativa derogada de “absurda e ineficaz”, pero señalando que podría haberse eliminado con efecto inmediato:

“¿Por qué esperar hasta 2026 si la norma no servía?”, preguntó.

En tanto, desde AZ Group, el analista Diego Ponti consideró que mantener el peso mínimo no tenía sentido en un entorno de precios más transparentes, mercados abiertos y competencia. Para él, lo que se necesita ahora es “educación técnica y mejores incentivos de mercado”.

Más libertad, menos regulación: ¿una señal de cambio de época?

Con esta resolución, el Gobierno marca un nuevo capítulo en su política agropecuaria. Apunta a liberar al productor de regulaciones consideradas obsoletas y a alentar un modelo basado en eficiencia, calidad y libertad de decisión.

Desde la Secretaría de Bioeconomía destacan que la nueva política permitirá mayor previsibilidad para los negocios ganaderos, reducción de costos regulatorios, simplificación en el control sanitario y un potencial estímulo a la exportación de carne de mayor calidad.

Aunque la medida regirá desde enero de 2026, las infracciones cometidas antes de esa fecha seguirán sujetas a las sanciones vigentes. Esta ventana de tiempo genera incertidumbre en algunos sectores, mientras otros lo consideran prudente para permitir la adaptación de toda la cadena.

La pregunta que queda abierta es si la liberalización de la faena derivará en un mercado más dinámico y eficiente, o si provocará desequilibrios difíciles de corregir en el corto plazo. El comportamiento de los productores, la reacción del consumidor y la evolución del mercado externo serán los verdaderos termómetros de esta transformación.

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