En la provincia de La Pampa, más de 300.000 hectáreas están bajo amenaza por la salinización de los suelos, un proceso que compromete la fertilidad agrícola y pone en riesgo la sustentabilidad productiva. Esta problemática, cada vez más visible, ha encendido las alarmas en organismos estatales, productores y técnicos del sector, que ven cómo grandes extensiones pierden su capacidad de producir con eficiencia.
La acumulación de sales en el perfil del suelo es un fenómeno natural en muchas regiones áridas y semiáridas del mundo, pero se intensifica por el cambio climático, las prácticas agrícolas inadecuadas y el mal manejo del agua. En La Pampa, la combinación de lluvias irregulares, inundaciones recurrentes, un uso deficiente del riego y la falta de sistemas de drenaje agravan una situación que requiere soluciones urgentes y estructurales.
Según datos difundidos por el gobierno provincial, estas 300.000 hectáreas en riesgo no solo afectan la producción de cultivos estratégicos, sino que también alteran el equilibrio ecológico de ambientes frágiles, como los del oeste pampeano. Por eso, desde el Ministerio de la Producción se puso en marcha una serie de medidas tendientes a revertir el deterioro y fomentar un uso sostenible del suelo.
Un problema de origen múltiple
La salinización puede deberse tanto al ascenso de sales desde capas subterráneas como a la aplicación de agua con alto contenido salino en sistemas de riego sin un adecuado control. En La Pampa, estos factores se combinan con un fenómeno más amplio: la degradación progresiva del suelo por prácticas que no contemplan su recuperación.
“Cuando se pierden coberturas vegetales, se reduce la infiltración del agua y aumentan los escurrimientos superficiales. Eso acelera la concentración de sales”, explicaron desde la Agencia Pampeana de Noticias. Además, los especialistas destacan que los suelos salinos o sódicos tienen problemas físicos y químicos que dificultan el desarrollo de los cultivos: baja permeabilidad, compactación, escasa actividad biológica y pérdida de nutrientes esenciales.
El INTA, la Universidad Nacional de La Pampa y otras instituciones científicas están trabajando en la identificación precisa de las áreas más afectadas. “Contar con un mapeo actualizado nos permite priorizar acciones y orientar la asistencia técnica”, afirmó uno de los técnicos del organismo, al señalar la importancia del diagnóstico como primer paso para la recuperación.
Acciones para recuperar el suelo
Ante esta situación crítica, el gobierno provincial renovó sus estrategias para la revalorización del recurso suelo, según anunció oficialmente en marzo. Entre las principales líneas de trabajo, se destacan el monitoreo de las zonas degradadas, la capacitación de productores, el fomento a prácticas sostenibles como la rotación de cultivos y la incorporación de cobertura vegetal, y la inversión en tecnologías de riego más eficientes.
“Estamos diseñando políticas que combinen conocimiento técnico con herramientas prácticas para que el productor pueda actuar a tiempo”, señaló la directora de Recursos Naturales, Natalia Ovando, en declaraciones públicas. La idea, subrayó, es que la sustentabilidad no quede solo en el discurso, sino que se traduzca en decisiones concretas que frenen la pérdida de productividad.
El desafío es enorme: revertir el avance de las sales implica no solo detener la degradación, sino también restaurar la capacidad productiva de suelos que ya están comprometidos. En ese proceso, cobra relevancia la articulación entre el sector público, las universidades, los entes técnicos y los productores, especialmente los pequeños y medianos, que muchas veces carecen de recursos para implementar soluciones por su cuenta.
Una amenaza para el futuro del agro pampeano
La salinización no es una amenaza menor. Un suelo afectado por exceso de sales puede tardar décadas en recuperar sus condiciones originales, y muchos nunca lo logran del todo. En ese contexto, La Pampa no solo está frente a una crisis ambiental, sino también ante un dilema económico y social: si estas hectáreas dejan de producir, se afecta la renta agropecuaria, se debilita el tejido rural y se profundizan los desequilibrios territoriales.
“Necesitamos pensar en un modelo que respete los límites ecológicos del suelo. No hay desarrollo posible si no cuidamos el recurso base de la agricultura”, resumió un ingeniero agrónomo de General Acha que participa en un proyecto piloto de recuperación de suelos salinos.
La urgencia es clara. Si no se actúa de inmediato, la desertificación podría expandirse a ritmos preocupantes, comprometiendo no solo la actividad agropecuaria, sino también la seguridad alimentaria de una región clave para el país.